martes, 2 de noviembre de 2010

Ahora, hoy y mañana

.

Es curiosa la vida...
            Cuando era aun pequeño, con el ansia que se posee en los tiempos en los que andas descubriendo los primeros tesoros, había algo que me aterraba...
            ¡Cumplir años!.
            Apenas con once junios, mi aspiración era la de convertirme en un guardameta similar al Gato Fernández, que por aquel entonces defendía la portería del R.C.D. Español, equipo que me asignó en una rifa mi padre, para que no fuera más "chaquetero" en el fútbol.
            Y no quería crecer...
            Porque veía a los chicos mayores y ya no jugaban tanto al balón, portaban unas botellas de color marrón a las que denominaban "litronas".
            Pero fue inevitable, crecí, y como si no fuese conmigo, seguí detrás de un balón.
            A los dieciséis ya era un portero de prestigio en el barrio. Lo mío me costó, pero el equipo en el que jugaba, el Avenida, fue un ejemplo de superación y de compañerismo.
            Incluso llegamos a jugar la final del Torneo de Vallekas, perdimos 3-1 contra un resacoso equipo, "Los Apodos" (lleno de figuras mediáticas).
            Y no quería crecer...
            Porque veía a los universitarios tumbados en el césped de la facultad, de fiesta en fiesta.
            Y pasó lo que pasó...
            Que me enrolé en Ciencias Geológicas.
            ¡Vaya un año alucinante!, trabajando codo a codo con el amigo Wic (ahora geólogo) y con el hueso de Anguita (ahora y siempre una eminencia).
            Y aunque ya no crecía...
            No quería que pasase el tiempo, quizás porque al año siguiente me esperaba una oposición de administrativo del Estado (Geológicas tenía mucho paro, y era mejor asegurar).
            Aprobé las "opos". Destino Cáceres. Horror. Adios a mi barrio.
            Pero me encantó Cáceres, de hecho estuve allí cerca de una década.
            Y no quería que pasase el tiempo, pues a la gente de treinta la veía muy vieja y astiada de todo.
            Llegaron los treinta. Tampoco era para tanto.
            Y me vine al Bierzo.
            Y hoy aquí en Magaz, me asomo al balcón y veo ese huerto que pronto pondremos en marcha.
            Suena el teléfono. Lo atiendo.
            "Recuerda que mañana tenemos partido a las nueve contra "Frutas la Murciana". Es Jorge, el coordinador y compañero de un equipo amateur que me acaba de fichar "Las Encinas".
            A mis cuarenta y cinco, ¿A quien se le ocurre estar como un colegial?.
            Eso mismo me dice mi padre. "¡ Te va a dar algo un día !.
            No le falta razón.
            Pero...
            Ya no me asusta que llegue el mañana.
            Por cierto, el huerto, lo dejaremos para primavera, estamos a Dos de Noviembre.
            Busco la ropa de portero para mañana.
            Pienso en aquellos niños de Vallekas...
            ¡Cuánta calidad había en ese barrio!.


2 comentarios:

rubiar dijo...

Reflexiones muy acertadas porque todos hemos ido pasar el tiempo. Todos hemos temido llegar a una edad, o llegar al después si un antes que nos haga sentir mejor.
Todos hemos ido guardando tesoros en el camino que por unas u otras circustancias, se han ido perdiendo o simplemente alejando de nosotros.
Todos miramos hacia atrás y vemos como la nostalgia por una parte y el corazón por la otra, nos da pequeños toques que nos impulsan a seguir hacia adelante sin volver la vista para no convertirnos en estatuas de sal o, peor aún, en personas sin sensibilidad ni corazón.
Un abrazo amigo, pero un abrazo de duende, fuerte y largo, donde sentimos el calor y la fuerza de la amistad.

Ana dijo...

Pues sí, el tiempo pasa pero las personas no cambian. A veces incluso mejoran, después de muchas idas y venidas, físicas o anímicas. A tí te sigue apasionando el fútbol, la geología, ver un atardecer, "Los Serrano",... y espero que siga así durante mucho, mucho tiempo; creciendo en lo positivo y manteniendo lo que te hace sentir vivo y esbozar una sonrisa (incluso una carcajada) aún en momentos complicados.
Un beso desde la Estrella Polar que cada vez se siente más transcantábrica.